sábado, 19 de junio de 2010

Balcones Limeños




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LOS BALCONES LIMEÑOS.-
En esta oportunidad vamos a dedicarle nuestras líneas a los balcones, tan tradicionales y que han formado parte importantísima en la arquitectura y embellecimiento de la ciudad.
Para muchos debe ser una gran sorpresa, el descubrir que aquellas obras de arte son producto de la creación de los artesanos de la Lima colonial. Si bien es cierto que el origen de los balcones se remonta a la época de los moros, que conquistaron España y los introdujeron como parte de la arquitectura morisco-hispánica, al igual que muchas otras cosas que son el sello de la fusión de dos culturas, totalmente diferentes y que hoy en día se presentan al mundo como un estilo propio español. También podemos afirmar en base a los estudios de los expertos e investigadores, los balcones de Lima son únicos en su género y como cosa curiosa, podemos descubrir que todos son diferentes unos de otros y nunca se repetía el mismo modelo. Convirtiéndose en verdaderas obras de arte y que gracias a la calidad de los diferentes tipos de madera utilizados para su construcción tales como: el cedro, el cedro de nicaragua, la caoba y el roble, han podido sobrevivir hasta nuestros días y podemos tener el privilegio de gozar de su belleza y no tenerlos solo como una referencia o un grabado perdidos en el tiempo.
La variedad va, desde los simples de cajonería, los esquineros, los más lujosos de celosía, como el del Palacio de Torre Tagle, el Arzobispado, los criollos que llevaban azulejos sevillanos. Lo mas importante es el saber que aquellas obras de arte son, los mudos testigos de una larga historia y que podrían contarnos con lujo de detalles cada paso del acontecer histórico y cotidiano de nuestra bella dama Lima, la eterna enamorada del Perú.
Los balcones servían para que principalmente las limeñas disfrutaran de los acontecimientos cotidianos de la ciudad y también para observar a sus galanes en forma discreta, porque las costumbres y hábitos religiosos no les permitían tener contacto directo y abierto como hoy en día acostumbramos; también fué la manera mas eficiente para ejercer la chismografía de la viejas asiduas usuarias de tal práctica, muy propia de una ciudad pequeña y llena de acontecimientos de todo tipo. Excelente para dar rienda suelta a los ojos y a la lengua. Pero también fueron cómplices de la atenta mirada de los gobernadores que podían descubrir através de ellos, las intrigas, levantamientos y otra cosas propias del sistema; igualmente los sacerdotes quienes atisbaban ocultamente. A veces con fines no muy santos. Todo ello era permitido gracias a que algunos balcones, los mas lujosos y pertenecientes a la clase social mas elevada, llevaban la famosa celosía, que constaba de una trama hecha en madera a manera de encaje que permitía mirar de adentro hacia afuera sin ser visto, en los otros modelos se usaban los visillos, cortinas hechas de tul que cumplían la misma función, solo que el oído estaba restringido de ejercer su función. Cabe señalar que en todos los modelos al interior estaban dotados de bancas confortables para disfrutar de la estancia, tanto para pasar noches refrescantes de verano, noches de luna y largas esperas del ser amado.
Como podemos apreciar estos elementos arquitectónicos no solo eran de orden decorativo sino que también fueron parte de la vida diaria y cumplían muy importantes funciones. Tanto en el orden político, social, religioso, amoroso y de solaz. Verdaderos símbolos de una época importante de nuestra historia y que estamos obligados a conocerlos, cuidarlos y difundirlos para que las generaciones venideras tengan la historia al alcance de sus manos y de su vista, cosa que a veces suele ser un poco difícil de obtener por el paso inexorable de los años, pero que gracias a las personas dedicadas a preservar los monumentos históricos, hoy podemos contar con algo que es una prueba palpable de nuestra riquísima historia.
Ojos y oídos de la ciudad, cómplices y testigos de amor, arte y belleza pendientes del cielo. Vigilantes centinelas, guardianes perpetuos del diario vivir de una Lima de eterno encanto y seducción.

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