domingo, 31 de octubre de 2010

La Huachafería



Hace ciento veinte años, nace en el Perú y más específicamente en Lima, la “huachafería”. Lo gracioso, paradójico y trascendente es que: esta expresión, tiene barrio, dirección, fecha de nacimiento y linaje.
Bien sabido es que, muy difícil resulta encontrar el punto exacto del nacimiento de una palabra, de las infinitas que tiene la lengua española. Pero la huachafería goza de tanta connotación, que no podía dejar de tener cuna y alcurnia. Una alcurnia no precisamente de la que conocemos, como la de la realeza. No, es la alcurnia en donde nace su majestad el pueblo, el soberano, aquel que hace el lugar y traza el camino.
A comienzos del año mil ochocientos noventa, llega a vivir a la cuadra diez del jirón Andahuaylas. (En los Barrios Altos) una familia. Un peruano casado con una dama colombiana y padre de tres jovencitas en edad casadera Aquella familia y en especial las “niñas” hijas indiscutibles de la algarabía, gustaban de armar unos fiestones y jaranas, de lo más escandalosas y bullangueras. Lejos de la conocida jarana criolla, que a pesar de su estruendo y gran duración, gozaba de cierto recato y coto. En estas juergas se solía lindar con el escándalo y la estridencia de corte carnavalesco.
Las fiestas se sucedían de manera consecutiva y sin motivo aparente. Lo que se pretendía era el hacer notar una bonanza económica y fomentar un buen pretexto para propiciar el matrimonio de las muchachas.
El asunto es que: las colombianitas solían llamar a estos fandangos, “guachafas” Término que se usa en Colombia para referirse a un escándalo, bullicio, fiesta.
A lo que la “burguesía popular” no tardo en bautizar lapidariamente con la terminología de HUACHAFERÍA. A los fiestones bulliciosos y con aires de recepción palaciega, que solían realizar en la casa de los colombo-peruanos.
De la misma manera las jovencitas, recibieron el honorífico titulejo de: Huachafas. Con esto, el populacho había encontrado la manera de calificar a las cosas que no estaban bien nacidas e identificadas en el contexto social.
Esta terminología, fue utilizada en un artículo del periodista: Pedro Miota, que por esas épocas, gozaba de popularidad y fama en las esferas de lo escrito. Es así que, nuestro amigo periodista, lanza a la fama y a los cuatro vientos a la HUACHAFERÏA con sus hijos putativos: huachafa, huachafo y los pequeños huachafitas y huachafitos.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Tiene para el termino Huacháfo, el sinónimo de cursi. Pero, este término, no define el real sentido y la esencia de la palabra en toda su verdadera dimensión.
La huachafería, es casi una identidad. Una manera de juzgar a los demás y lo demás. También una manera de vivir, de sentir y de expresarse. La huachafería, esta en todas partes y en todo lugar. Diríamos que forma parte de las grandes urbes y las ciudades. Tiene rango metropolitano, civilizado, clasista. Si, clasista porque esta en cada una de las clases sociales, tiene rango y categoría.
Cada clase o estrato social, tiene y cultiva su propia huachafería. Si queremos una definición un poco más explícita, podríamos decir que la huachaferia puede ser: literaria, arquitectónica, lingüística, social, indumentaria, decorativa y todas aquellas cosas que conforma el entorno de nuestro diario vivir. ¡Ojo! No hay que confundir nunca: estrafalario con huachafo. Son dos cosas totalmente diferentes, ejemplo: un muchacho, con los pantalones cayéndoseles bajo la cadera, con los cabellos pintados de colorines, con una camisa amarilla y zapatos verde esmeralda. Definitivamente puede tratarse de un estrafalario o un extravagante pero no de un huachafo. En cambio: un hombre de unos 65 años con el pelo pintado de color castaño, vestido con un pantalón blanco, un saco color marrón, zapatos mocasines blancos y lleno de anillos y cadenas de oro. Aparentando solvencia, juventud y estado físico envidiable y una edad impropia: ese si es un huachafo de pura sepa.
Si hablamos de una casa que: en un terreno pequeño ostenta una arquitectura copiada de una palacio o castillo y cuyo interior se asemeja a la abadía de Westminster; ahí esta presente la huachafería.
Aquella persona que siempre habla de grandezas y trata de aparentar lo que no es. Definitivamente es una huachafa.
Son ejemplos que nos acercan un poco a la idea. Solo a la idea, porque la realidad es otra cosa muy diferente y muy entretenida.
En el único lugar en donde la huachafearía no habita y florece, es en el campo. En el ámbito rural, parece ser que ahí, la tierra no es lo suficientemente rica y carece de algún nutriente capaz de ayudar a la germinación de este simpático virus pandémico, que forma parte de nuestra identidad capitalina, colonialista y con perfumes de virreina en decadencia.
El huachafo puede ser: convencional, ocasional, contumaz, pertinaz, célebre y de cualquier clase o estrato social, (la huachafería, no discrimina). Se puede ejercer y ser huachafo, aun después de la muerte. Este sería el caso del huachafo imperecedero, que los hay y muchos.
Yo no estoy excluido de esta práctica. Podría estar en la categoría de: huachafo ocasional, porque la huachafería, no es capaz de dejarnos. Siempre estaremos propensos de caer en ella, como en la casa del jabonero………
En otro artículo me explayare con más holgura sobre este tema tan apasionante. Por el momento me quedo con una frase de Mario Vargas Llosa alusiva a la huachafería..…. ¿Un champancito hermanito¿

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Amor Limeño

Sentado en la alameda, contemplando tu hermosura, tu garbo y tu lisura. El perfume de tus flores y el secreto de tus grandes amores.

Soy tu confidente y sin duda alguna, tu admirador mas ferviente. Aquel que se oculta bajo la luz de la luna, para robarte todos tus secretos de manera irreverente.


Ladrón incorregible de todas tus memorias. Guardián perpetuo de tus glorias penas y alegrías, de tus mejores días.

Un trovador, perdidamente enamorado y atrapado entre los pliegues perfumados de tu amor.


Un loco soñador que abraza la ilusión, de seguirte amando cada día mas y mas con la fuerza de su loco corazón.


Una rosa y un clavel: es el regalo de tu amante más fiel.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Vamos a Jironear...........




Esta expresión, fue muy conocida en la Lima de antaño. Aquella que nace en los mil ochocientos sesentas…….Cuando nace el emblemático Jirón de la Unión. Una arteria que nace con historia y carácter simbólico muy importante.

Luego de lo actuado en materia urbanística en tiempos de la colonia y con los ensayos dados por los gobernantes españoles. Llega la época republicana y con ello nuevas ideas y sugerencias. Unas desechadas y otras descabelladas. Pero, una de ellas fue la elegida y la que hasta ahora nos rige y acompaña.

Fue en el año mil ochocientos sesentidos, que se aprobó una moción presentada por: Mariano Bolognesi Cervantes y Manuel Atanasio Fuentes. El primero, hermano del héroe peruano de la guerra Anglo-chilena; Francisco Bolognesi y el segundo: periodista especialista en sátira política.

Luego de largos debates idas y venidas dimes y diretes. Porque eso es parte de la política de ayer hoy y siempre. Y, quien no comparta la idea: que me lo haga saber. Se firmaba la partida de nacimiento del nuevo sistema de nomenclatura que regiría en adelante y hasta nuestros días.

Luego de haber tenido una Lima pequeñita y con un nombre propio para cada calle. Casi como en un pequeño cofre joyero sutil y forrado en fino cuero. Pasamos a los jirones y avenidas. Como cuando cambiaban las niñas, los lazos y las trenzas, por los moños y las peinetas. Dando a conocer su paso de niña a mujer.

Lima creció, pero aun era pequeña y tenía el encanto de su llanto y el de la suave brisa de su vida sin prisa. La de su primera y última misa, la de su farol y sereno, la de su cochero y arriero. Aquella la de los jazmines y claveles en el pelo, la de la lisura que derrama la “flor de la canela” Y porque no………. la del menudo paso que la lleva por la vereda que se estremece al ritmo de su cadera.

El Jirón de la Unión .-

Siempre existió. Solo que cada una de sus cuadras tenía un nombre. Desde la primera que se llamaba: Puente de Piedra, (del puente a la alameda….) luego venia la Calle de Palacio, el Portal de Escribanos (frente a la Plaza de Armas) Mercaderes, Espaderos, La Merced (iglesia de la Merced) Gurmendi y luego Baquíjano (dos personajes de talla que vivieron en distintas épocas). Boza, por los marqueses de Boza. Luego en la época correspondiente a la independencia del Perú, la Plaza San Martín, en homenaje al “libertador” La siguiente con el numero once, la de Belén por el colegio de monjas del mismo nombre. La última cuadra es en donde terminaba la ciudad y estaba adyacente a la muralla y cuyo nombre era conocido como: Juan Simón.

Estas once calles, existieron desde la fundación de Lima en mil quinientos treinticinco y constituyeron en su conjunto la arteria más importante de la ciudad.

Basándose en esto y tomando como referencia El Jirón de la Unión, se comenzó con la nueva nomenclatura. Es así que:

Todas las calles paralelas al río Rímac, (de este a oeste y viceversa) llevarían el nombre de un departamento del Perú. Siendo el número superior de departamento al de los jirones, se adoptaría un sistema muy peculiar: El Jirón de la Unión, sería el punto de partida y de encuentro de cada jirón. Para mejor saber: el Jirón que corría de este a oeste, con un nombre, partía del Jirón de la Unión y a su vez nacía otro en dirección en la dirección opuesta, Con el nombre de otro departamento.

Es por esta razón: que lleva tan emblemático nombre. Pero el Jirón de la Unión, es mas que eso y ameritará un nuevo articulo para hablar de el mas ampliamente.

Este criterio, también se aplico para la numeración de las cuadras. La cuadra uno, siempre tenia su inicio en el cruce con el Jirón de la Unión. En un sentido y en el otro

En cuanto a los jirones que deberían cruzar “los departamentos” Se estableció que llevarían nombres de provincias. Los mismos que correrían de norte a sur y lo contrario

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sábado, 11 de septiembre de 2010

Historia de las Calles de Lima Antigua Segunda Parte


Lima, no era un enjambre de calles y edificios, ni tenia aires de gran urbe y mucho menos recodos y embrujos callejeros. Era un villorrio, que se abría paso en medio de un maravilloso valle, vigilado por montañas y un extenso desierto. Bañado por un río que hablaba, refrescaba y enverdecía lo que a “su paso dejaba” pero... ¡Eso si! ya tenia, “aromas de mixtura” Olía, a flor de amancaes, Jacaranda, lúcuma y florecillas silvestres hijas del Sr. Rímac, quien con esmerado celo, se encargaba de su cuidado.

En medio de ese pequeño paraíso, comenzaba a erigirse la ciudad que hoy conocemos como Lima. Ahí, en la rivera del río hablador, al abrigo de sus calidas y abrigadoras playas, bajo las sombra de sus árboles, comenzaba a crecer un sueño llamado: “Ciudad de los Reyes “

Porque………Nació con ese nombre. Noble en su estirpe y noble en su cuna, como una reina. Sin soberbia y sin desden, pero sí, con elegancia y altivez.

Para ese entonces, Lima era un asentamiento rural, de terrenos rústicos. Las pocas manzanas conformadas por solares, si bien crecían ordenadamente, formando calles por su cuadriculada ubicación: mantenían un aspecto semejante al ya conocido lejano oeste norteamericano, por las polvaredas que se levantaban, ya que no existían pistas ni veredas Alguna que otra acequia y un mar de polvo eran el panorama inicial en que se desarrollaba la vida de aquel nuevo poblado.

Con el correr de los años y ya en el año 1789, ciento setentiseis años después del empadronamiento ordenado por el virrey Juan de Mendoza y Luna y doscientos cincuenticuatro desde su fundación. El Visitador del Perú, Jorge de Escobedo y Alarcón, ordeno un nuevo empadronamiento, pero con la finalidad de: dividir a la ciudad en cuarteles, zonas y barrios. Con la novedad de ponerle numeración a cada solar. Si bien esta, no presentaba una ascendencia o lo contrario a lo largo de la calle, si pretendía adjudicarle un numero determinado para su identificación.

Se mando confeccionar unos azulejos en fondo amarillo y con letras azules, en el que iba grabado el número. Los mismos que se colocaron en la parte superior de la propiedad.

De la misma manera se procedió con las calles, instalándose en la parte superior de cada esquina; un azulejo con el nombre correspondiente.

Pero aun no existían veredas ni calzadas. Hasta que en el gobierno del Virrey José Fernando de Abascal y Sousa, Marques de la Concordia de 1806 a 1816 se comenzó el empedrado de las calles. Que ya eran de una extensión basta y sobrepasaba las ciento diecisiete manzanas, estipuladas en el acta de fundación.

Nuevas obras, nuevos problemas. Si, fue el dolor de cabeza de los cocheros, que no tenían sus coches hechos para rodar sobre piedras, lo que ocasionó todo un terrible martirio, para estos servidores del transporte y un negocio redondo para los “mecánicos” de la época, que hicieron su agosto con los trabajos de refacción

La Señora Lima, comenzaba a vestirse con sus mejores galas. Se pondría más romántica y más finamente coqueta.

En aquel tiempo. Se hacia imperiosamente necesario: el ordenarse y desarrollar nuevas ideas en beneficio del ciudadano.

Pero……cincuentiseis años mas tarde. Sucedería algo que cambiaria el contexto vial utilizado hasta ese momento en el corazón de la Reina de las Américas. (Perdón por si alguien se incomoda con este nuevo titulo) Soy un eterno enamorado y no me canso de alagar a quien amo………….ella, Lima. Ha sido, es y será mi eterna novia, amante y confidente.

En 1862, se comenzó a utilizar un nuevo criterio en la denominación de los nombres de las calles, su extensión y dirección. Algo que continuaremos en la próxima edición.

domingo, 29 de agosto de 2010

¿Las Calles Hablan?

Antes de continuar con el tema de la historia de las calles. Quisiera que me permitieran regalarles esta ocurrencia, que me parece podría ayudar a matizar un poco el tema.

Para mi las cosas nunca son rígidas. Siempre tienen un matiz, un encanto y una atracción. Solo hay que tratar de encontrarlas. Para que nos sean más amenas y ligeras en el entendimiento.

Disculpas mil, por saltarme un poquitín del tema central.

¿Las Calles Hablan?

¡Claro que hablan! Respiran, sienten, tienen vida. Emanan olores, tienen aromas y colores. Miran, murmuran, respiran y hasta al oído te susurran.

Son ellas las que te hablan y te cuentan la historia. Una historia, viva, latente, que te atrapa y te cautiva. No es aquella, la paporretera y efímera de la escuela. Que a la salida se queda en las pupilas de la portera y mañana de lejos en el tiempo nos duela.

Caminar, caminar y caminar, por las calles. Conversar con ellas, sentir su aliento y aspirar los aromas del pasado, como una suave brisa, que tiernamente te acaricia. Te cuenta te canta y te encanta, te atrapa como en un “callejón sin salida” abrazándote , con el calido abrazo de un padre, que te acoge en su regazo, para arrullarte y contarte bellas historias, que te hagan caer en un profundo sueño, bajo la celosa mirada del tiempo que acompaña el relato de un mágico cuento.

Callecitas intrincadas, estrechas, de flores perfumadas y de atentas miradas, que vigilan el discurrir de la historia. Una historia que te cuenta de sus penas y de sus glorias.

Esas calles. Testigos perpetuos del ayer, del hoy y de lo que ha de venir.

Son aquellas calles, las que viven, sienten, saben, dicen y cuentan.

Déjame que te cuente……….

domingo, 22 de agosto de 2010

Historia de las calles de Lima antigua


Historia de las Calles de Lima 1

El marques, Francisco Pizarro. Conquistador del Perú. Decidió dejar sus climas serranos de Jauja. Para trasladarse a la costa y fundar la ciudad de Lima, un 18 de enero de 1535.

Para darle forma urbanística a la nueva y definitiva capital del reino del Perú, había que comenzar por: determinar y trazar las calles en donde a su vez, se ubicarían la cede del gobierno, el ayuntamiento, las iglesias y viviendas de los nuevos habitantes de aquel valle bañado por las aguas del río Rímac.

A punta de regla y cordel. Comenzó la tarea del diseño, medida y ejecución del ineludible trabajo callejero de la que fuese la capital más importante del virreinato español.

Plano en mano. Don Francisco, diseño lo que con el tiempo fuera conocido como: El Damero de Pizarro. Nueve calles de norte a sur y trece de este a oeste.

Como todo en la vida toma su tiempo, el proceso duro unos buenos años, hasta que tomara forma de ciudad. Las calles fueron haciéndose poco a poco y las casas edificándose de manera prioritaria en función de la jerarquía de cada parroquiano.

Para edificar y dar forma a los edificios. Se utilizaron ciertos materiales, un poco escasos en nuestros días y que fueron los que le hicieron cobrar vida a la mágica ciudad de los reyes.

Con un poco de imaginación y mucho arte, se diseñaron y edificaron los palacetes, mansiones e iglesias. Con las manos de artesanos y talladores, se lograron el diseño y la construcción de los balcones (únicos en su género en el mundo) Con ingenio, ilusión, gracia y pasión, se le dio forma y color a cada casa. Con colores vivos y alegres. Como para alegrar la vida de cada día y de cada quien. Sin maquinarias, cemento, ni la frialdad de lo practico, moderno y efímero. Pero si con el arte, la creatividad, la imaginación, el amor, las manos y los elementos de la naturaleza misma. Se le dio vida y alma a la Perla del Pacífico. Por eso es mágica; porque fue echa con las manos, el alma, el amor y el corazón de sus habitantes.

Muchas ilusiones y buenos deseos para una nueva vida. El comenzar en un nuevo mundo, requería de mucha entrega y de muchísimas ganas. Había que crear un mundo nuevo. La vida comenzaba en aquellos tiempos en una nueva tierra y la historia empezaba a escribirse con la tinta del tiempo y la pluma de la memoria. Una memoria que se ha ido enriqueciendo y aferrandose a los temibles embates del olvido, que tanto daño hacen y tanto laceran.

Por eso es que Lima es una ciudad con alma. Porque esta hecha con alma, vida y corazón. Con madera, caña, barro y el amor de quienes la construyeron.

Así fueron creciendo las calles, a lo largo y a lo ancho. Pero conforme crecían en extensión, necesitaban un nombre para poder identificarlas.

El ingenio popular y la tradición heredada de la historia, no se hicieron esperar. Tanto así que los parroquianos comenzaron bautizar cada calle de acuerdo a algo o alguien que la caracterizase y así de manera informal y espontánea, hasta que: en 1913 Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaro. Ordenó que se hiciese un empadronamiento y censo, con la finalidad de conocer el número de habitantes que poblaba la ciudad, así como sus ocupaciones, oficios y todo aquello los pudiese diferenciar o identificar ante las autoridades y la sociedad. Con lo que se otorgo, casi un carácter oficial al nombre de cada calle. Solo se le dio legalidad al uso ya existente del sistema.

¡Una tradición heredada de la historia! Sí, sin lugar a dudas. Es una tradición venida desde los tiempos de la ocupación árabe en España. Casi ochocientos años, fueron los que duro la ocupación del imperio musulmán en la península ibérica y de ahí vienen muchas usanzas y costumbres. Tamizadas por la paciencia del tiempo y la fusión de dos culturas. A pesar que solo una fue una la que heredó de la otra., (española) Y esta a su vez y a su manera la transmitió al mundo nuevo.

Resulta que los árabes, acostumbraban a vivir en fortalezas y en especial en terrenos elevados, para poder tener dominio del lugar y para poder defenderse. Estas edificaciones, solían estar diseñadas de manera muy peculiar; eran unos laberintos conformados por callejuelas intrincadas de uso solo peatonal. En estas calles, se entremezclaban los negocios y las viviendas y para ubicar a alguien se solía hacer por medio de un nombre, el mismo que estaba asignado a una calle y que obedecía al oficio que ahí se ofrecía o ejercía, como a la distinción particular de algún ciudadano morador.

¡El que lo hereda, no lo hurta!

Continuará……….

lunes, 2 de agosto de 2010

"El Conde de Superunda"




El Conde de Superunda
Esa hermosa ciudad de la que tanto hablamos, de la que oímos, de la que dicen, cuentan e inventan. Esa Lima que vemos y que contemplamos. Aquella, la de los balcones, casonas, puentecitos, iglesias, miradores y mil cosas más. Es la Lima que nos dejó: José Antonio Manso de Velasco. Virrey del Perú entre 1745 y 1761.
La noche de 28 de octubre de 1746 aproximadamente a las diez y treinta, Lima comenzó a temblar y a crujir desde sus entrañas. Un terremoto que para algunos duro dos minutos, tres para otros y una eternidad para todos los habitantes de aquella época. En la oscuridad mas absoluta, la implacable furia de la naturaleza, se hacia mas terrible y mas pavorosa, de lo que hubiese sido de cara a la luz del sol, En donde tenemos la opción de saber a donde ir y por donde no.
En aquel momento, la ciudad de los reyes había quedado sumida en la desolación, el caos mas absoluto y en la destrucción casi total de su infraestructura, Solo quedaron en pie, el veinticinco por ciento de sus edificaciones. Hasta la catedral quedó en escombros. Solo gritos desgarradores y una nube densa de polvo, invadían el dantesco escenario de aquel fatídico 28 de octubre.
El costo de la desgracia, fueron más de mil quinientas vidas. Una cifra de grandes proporciones para la época. Y para una ciudad pequeña, como la Lima de antaño.
No tenía siquiera un año ejerciendo el cargo de Virrey del Perú “El Conde de Superunda” cuando tuvo que tomar las riendas de tan grande responsabilidad.
El virrey, no dudo en tomar el toro por las astas y comenzó a trabajar sin suspiro ni aliento, de sol a sol y a brazo partido. Hizo cuanto pudo y cuanto quiso para lograr que la ciudad volviera a la normalidad.
Hay que destacar que, estamos hablando de la ciudad de Lima en sí y no de El Callao su principal puerto. El callao, fue arrasado por un tsunami, cuya ola media más de 17 metros de altura. No quedó piedra sobre piedra y tan solo un promedio de cien personas sobrevivieron a la catástrofe.
La fuerza de la ola, hizo que el mar llegara hasta lo que hoy conocemos como: el cruce de las Av. Elmer Faucett y Colonial. En esta esquina existe un templo, en honor a la virgen del Carmen. Porque el fervor popular, le atribuye el milagro de permitir que hasta ahí llegase el agua.
La distancia entre la playa y el cruce de las mencionadas avenidas es de aproximadamente cinco mil metros o cinco kilómetros. En aquellos tiempos la medida equivalía a una legua.Es por ello que la iglesia lleva el nombre de Carmen de la Legua.
Lima y el Callao, volvieron a renacer y a ser lo que fueron, gracias al virrey Conde de Superunda., quien fue más Allá de sus posibilidades y peleo hombro a hombro con el pueblo para devolverles una ciudad a la altura de su categoría.
La calle que hoy conocemos como Conde de Superunda. Que va desde el Correo Central y hasta la Av. Tacna: originalmente llevaba el nombre de: Paseo de los Conquistadores y luego fue cambiada en homenaje al restaurador de la tres veces coronada Ciudad de los reyes.
Por esta razón, don José Antonio Manso de Velasco y Sánchez, fue honrado por el rey de España con el titulo nobiliario de: Conde de Superunda. El nombre deriva del latín: súper (gran) unda (ola) En alusión ala gran ola que asolo las costas limeñas.

domingo, 25 de julio de 2010

Limeño Enamorado


Limeño Enamorado


Como no enamorarme de ti. Si en una noche de ensueño, me quede dormido, entre los encajes de tus balcones y las tenues sombras de tus faroles. Arrullado por el suave murmullo de tu amante hablador.

Como no gritar este amor, que lo llevo escondido, en un rincón de mi corazón, que se quedo perdido entre las estrechas calles de mi ilusión.

Lima, amor de mis amores. Capital de los conquistadores, de pregoneros y señores. Cuna de bardos cantores y escritores, que impregnaron tus callejuelas con historias de mil amores.

Lima, que aun conservas tu encanto bajo el implacable velo del tiempo. El aroma y el color de tus geranios, jazmines y pensamientos. Como regalado al viento, el mejor de tus sentimientos. Entre zaguanes y callejones todavía escondes los secretos de grandes amores de tu historia y tradiciones.

Caballeros de fina estampa, morenas de color canela, limeñas de menudo andar. Que aun suelen pasear, por tu puentes, quintas y alamedas. Con el embrujo de un sueño y el encanto de tu único dueño...Perú.

sábado, 24 de julio de 2010

La Tapada


LA TAPADA

Curiosamente, entre las tradiciones y la historia del Perú, aparece un personaje muy interesante, rico, peculiar, emblemático y misterioso, del que no se habla, mas que de manera superflua. Sin embargo su presencia y en especial en la ciudad de Lima, tiene una duración, de nada mas ni nada menos que de tres siglos. Dicho esto en buen romance, hablamos de trescientos años, un periodo bastante largo, tanto como para convertirse: en un símbolo y una imagen casi indeleble entre todas las cosas que forman el aroma y el encanto de una Lima virreinal.

Según nos cuenta la historia y las tradiciones de Don Ricardo Palma, este personaje apareció aproximadamente hacia el año 1560 que viene a ser el siglo XVI y perdura hasta el siglo IXX, hasta mediados de 1860. Convirtiéndose en sinónimo de leyenda y arrastrando con ella un sinnúmero de mitos, pasiones, misterios y controversias que ni el mismo clero pudo subyugar, desafiando a la mismísima Santa Inquisición, que por aquellos tiempos era el terror de todos los mortales. Es aquí en donde nace, nuestro gran interés por este personaje, emblemático, entrañable y misterioso, del que vamos a hablar con mucha frescura y desenfado, intentando hacerle un poco de justicia en el tiempo y en el lugar que le corresponde. Nuestras investigaciones, nos han llevado por muchos caminos, llegando hasta las tierras de Andalucía en España, en un trayecto de ida y vuelta que termina en Lima capital del Perú.

Extrañamente, esta misteriosa dama. Solo tiene presencia en Lima y no en otras ciudades que fueron parte de la conquista española en América. Algo que la hace especial y emblemática. Pero sus razones tiene y son las que argumentan su existencia en la capital de las tres veces coronada ciudad de los reyes.

Los españoles llegaron al Perú, con todas sus costumbres y medios para hacerse de una vida llevadera y más acorde con sus hábitos y su cultura.

Muchos piensan que llegaron con sus esposas, hijas, y toda la parentela a cuestas. Pero esto no fue así. Primero fueron solo hombres, quienes arribaron sin más compañía que sus pertrechos y unas cuantas prendas de mal vestir, para enfrentarse a un mundo nuevo y desconocido.

Con el pasar del tiempo y de los años y luego de haber tenido contacto con las mujeres del lugar, en las cuales engendraron hijos, tuvieron romances y con las que se establecieron formando algunas familias, Comenzaron a llegar las mujeres del otro lado del mar. Mujeres que en su mayoría por no decir en su totalidad, eran esclavas moriscas, (moro convertido al cristianismo). Estas mujeres que pertenecían a la generación de los moros que conquistaron y dominaron a España durante ochocientos años y que luego fueron expulsados, en el año 1942, el mismo año del descubrimiento de América.

Estas mujeres venían de tierras andaluzas, pero ya convertidas a la religión católica y con costumbres entremezcladas entre la cultura ibérica y la mora. Es así que sus atuendos y vestimentas, guardaban mucho de sus ancestrales costumbres, pero también mas liberales que en sus comienzos.

Con el devenir de los años también llegaron algunas mujeres españolas, producto de los casamientos y parentescos, que animadas por la novedad de un nuevo mundo, pasaron a formar parte de la pequeña sociedad limeña. Una sociedad de sangres entremezcladas. Que van desde: indígenas, moras, e ibéricas con blancos y entre si, agregando luego la raza negra De ahí que nace aquel dicho popular tan conocido como…… Quien no tiene de inga, tiene de mandinga. Estos dos vocablos se pueden traducir de la siguiente manera: Inga, vocablo quechua que hace referencia a una piedra y mandinga, es un vocablo africano que se refiere al hombre venido de esas tierras.

Con esta pequeña explicación, nos ponemos más en autos para poder descifrar un poco la aparición de nuestro personaje en mención.

Según cuentan las crónicas de la época, La Tapada, hace su aparición con motivo de las festividades religiosas y en especial la de la orden franciscana, que solía, realizar una comida para la gente pobre, en el día de la porciúncula, que se celebraba en el mes de agosto.

Un buen día de esos, hacen su aparición en el convento de los padres franciscanos, dos damas ataviadas, con un atuendo nunca antes visto en aquellas épocas. Estas misteriosas mujeres, se presentaron en el convento. Ataviadas con los trajes de la época, pero con una peculiar novedad que era: la mantilla o manto, cubriéndoles la mitad del rostro. Su intención no era mas que la de hacer un donativo a los religiosos, destinado a ayudar a los pobres y desvalidos. Este gesto de las dos incógnitas damas provoco la admiración de los sacerdotes, que lejos de presagiar una futura moda, se limitaron a encomiar tal desprendimiento, hecho bajo identidades ocultas para un noble fin. Cosa que luego se hiciera costumbre. Después del chismorreo del populacho, que lo hizo correr como reguero de pólvora a lo largo y ancho de la pequeña ciudad. Luego de este inusitado pasaje que quedara indeleble en las retinas de los feligreses y de la curia en general, se comenzó a dar paso a una nueva etapa en el trajinar femenino de aquella época.

Luego de unos meses, comenzaron a aparecer en la escena cotidiana, otras damas con los mismos atuendos, (o quizás las mismas) que dicho sea de paso; ya habían ganado una imagen de personas caritativas y generosas, aplaudidas por el pueblo y por el clero. Pero ello también dio paso a una nueva técnica de conquista femenina, con sus derivados incluidos.

La Tapada, vestía con una falda de seda en colores: azul, verde o negro, llamada saya, para cubrir la parte inferior de su cuerpo. En la parte superior llevaba una blusa también de seda, que podía de algún otro tejido según la estación y en colores diferentes o iguales a la saya. Luego tenemos el fular, mantilla o velo de color negro o azul que le cubría la cabeza y la mitad del rostro, llegando hasta la cintura en donde estaba enganchado a un cinturón de tela. Los zapatos de seda bordados, en colores; negro o azul. El velo o fular, era el elemento principal de su atractivo, pues solo permitía ver la mitad del rostro y el resto, para la imaginación.

Este atuendo dio paso a una especie de liberación femenina, en la que muchas mujeres encontraron la manera de conquistar corazones, derretir témpanos, arrancar frases, piropos y suspiros a rabiar. Pero también para averiguar las andanzas de muchos caballeros que a la sombra de un buen nombre, hacían de las suyas, pensando que sus fieles mujeres los esperaban inocentes en sus hogares, sin enterarse de nada. Se convirtieron en el terror de muchas otras mujeres, que tenían que lidiar contra un peligro sin rostro, contra un enemigo desconocido, que inquietaba a los hombres de todos los rincones de la ciudad.

Las Tapadas, también “destapaban” los malos pasos de la parentela como por ejemplo: su padre, su hermano, cuñado, tío y demás miembros del regimiento familiar. Quienes a veces se inspiraban y se lanzaban con todo ante una bella tapada, sin sospechar a quien tenían delante de ellos. Tenían una presencia, casi divina porque podían estar en un lugar viendo, escuchando y juzgando, sin poder ser identificadas.

Con su gracia y garbo al andar, lograron cautivar a toda una ciudad, convirtiéndose en símbolos de una época, que evoca al romance, sin que esta se la principal de sus virtudes.

Su peculiar atuendo sacado una vez mas de la imaginación y creatividad peruanas y también de la galería de atuendos femeninos andaluces. Porque es innegable la influencia hispano morisca y en especial de la región de Andalucía, la que inspirara ha estas mujeres en crear un atuendo, fuera de todo contexto y toda copia.

La Tapada, un gran mito, para una pequeña ciudad, que vivió en el sueño, de una historia muchas veces mal contada o quizás mal hablada, pero que sobrevivió a los embates del tiempo, quedando plasmada en las acuarelas de Pancho Fierro, en las tradiciones de Don Ricardo Palma y en el rincón de los ensueños de quienes aman y recuerdan lo que no vivieron. Pero que si entendieron, de un pasado que a veces quiere ser controvertido, pero logra aferrarse a la dulce y tibia caricia de la tradición, que aunque muerta. Aun respira, aspirando los aromas de un amanecer, entre matas de jazmín, claveles, madreselvas y pensamientos.

Menudo pie, la lleva por la vereda que se estremece, al ritmo de su cadera……….Reza la canción de Chabuca Granda, titulada La Flor de la Canela, que aun que, inspirada en una morena, nos habla del pie pequeño de la limeña de antaño, de la cadencia, el ritmo al andar, la gracia al mirar y tantas otras gracias de una mujer que aun vive escondida entre los resquicios del tiempo. Bajo la tenue luz del farol del romanticismo, el recuerdo y la gracia de su estirpe de muchas sangres.

La Tapada, un sello indeleble, de nuestra historia que aun parece andar ocultándose bajo el abrigo de un zaguán, tratando de atrapar a algún Don Juan, que al acecho anda por las estrechas callejuelas del tiempo y de los sueños de aquellos limeños.

La Tapada, una mezcla de divino con pagano, una diosa terrenal, medio angelical medio demonio, sin mediar matrimonio. Una reina andante de pie y carruaje, con mantón de Manila, sin nombre de pila, pero bien conocida y tildada de Tapada.

viernes, 16 de julio de 2010

Callejon de un Solo Caño Segunda Parte


CALLEJÓN DE UN SOLO CAÑO - SEGUNDA PARTE

Como todas las cosas que son propias de este mundo, en el que no se le reconoce merito y relevancia a la mayoría de artistas, lugares y hechos que escriben la historia. Si no hasta cuando ya forman parte de la posteridad y se les otorga el lugar que merecen. El callejón no podía ser la excepción, pues en sus inicios y a lo largo de su existencia, siempre fue visto de manera despectiva, por aquellas clases sociales de mayor rango, que en su superfluo vivir, no alcanzaban a valorar la riqueza cultural que en sus entrañas populares albergaba.

Hoy podemos decir y sabemos que: el callejón constituye, la fuente de nuestra cultura. En aquellos recintos muchas veces sórdidos y plagados de miseria monetaria pero de una gran riqueza espiritual, envuelta en papel fantasía hecho de sentimiento y corazón. Nacen los acordes de una canción, la caricia y la dulzura de nuestros dulces limeños. Las viandas mas exquisitas que hoy deleitan a nuestros paladares.

De nuestra comida, podemos decir: que todo el aporte gastronómico que vino de España, África, china, Oriente medio, Italia, Francia y otros lugares del mundo; en los callejones encontraron la magia de nuestras manos limeñas, que los enriquecieron y lograron hacer de ella un verdadero manjar, por no decir una ambrosia bajada del mismísimo cielo. Esto, sin caer en un chauvinismo barato, si no mas bien, en un justo reconocimiento a quienes nos dieron lo que hoy tenemos.

De los callejones, nacen: los pregoneros, los serenos, los aguateros, los afiladores, turroneros, el chisme, la bronca y el faite. Haciendo hincapié en que fue la cuna sagrada donde naciera nuestro delicioso Turrón de Doña Pepa, endulzador popular de la fe católica, patrimonio culinario de nuestra patria y único en su género.

Sin olvidarnos que, de los callejones nacen las nuevas palabras que enriquecieron el argot popular y callejero que hoy forman parte de nuestro idioma y están dentro de la legalidad, ya que han logrado ser aceptadas por la Real Academia de la Lengua Española, como parte de nuestra identidad lingüística, dándonos un valor idiomático enriquecido, peculiar y vasto, que nos hace especiales y con una identidad internacional, que nos reconoce como un país, con un buen manejo de la lengua venida de las tierras de Castilla.

Como podemos apreciar, el callejón, fue el tamiz por donde pasaron nuestras letras, gastronomía, música, las artes en general y también el crisol, en donde se fundieron todas las razas de nuestra Lima.

A diferencia de nuestros días, en que la pobreza ha devenido en violencia, falta de respeto por la vida y por el prójimo, la gente pobre de aquel entonces, desato su furia y frustraciones de desigualdad social y aposto por: la alegría, la creatividad, la camaradería, la solidaridad entre vecinos y amigos. Si no, pregúntenle a: Doña misia………….Peta, Lola, que eran las que regentaban el callejón, lo administraban y ponían “0rden” Haciendo muchas veces de “padre confesor” Con el lleva y trae de la parroquia. Sin dejar de mencionar que también, fue cuna de famosos delincuentes como: Tatán y la Rayo, que marcaron época en la década de los años cincuenta y fueron ocupantes asiduos y “conspicuos” de las primeras paginas policiales de la prensa de aquellos tiempos. Sin pretender hacer apología del delito ni mucho menos, podríamos decir: que a pesar de ser personas al margen de la ley, no cargaban en sus actos; la maldad y perversidad con la que hoy sus sucesores actúan.

Podríamos decir que, Antiguamente: “Hasta en el delito, existían rasgos de decencia”

Hemos visto en este breve pasar por nuestra historia tradicional limeña, que nuestro pueblo de aquel entonces, mas que una carga social, fue un gran aporte para nuestra cultura y que los callejones de un solo caño: transformaron la miseria y su desventura, en riqueza cultural. Supieron vencer a la amargura con el antídoto de la jarana, la segregación social, con la creatividad, el hambre con la magia de la transformación culinaria de manos morenas, cholas, blancas y de toda inga y mandinga. (Inga, piedra (mandinga, negro de raza)

Todo un verdadero mosaico cultural y multicolor, que adorna el frontis de nuestra gran casa llamada Lima.

jueves, 15 de julio de 2010

La historia. Hay que vivirla y sentirla,para entenderla.

El Turronero


Eran las cinco de la tarde de cada día de la semana. Primavera, verano, otoño e invierno.

El turronero no podía faltar. Con su tabla sobre la cabeza, cargada de deliciosos turrones rellenos con miel, calientitos y recién salidos del horno.

Lo vi, hasta fines de los sesentas. Hoy solo forma parte del pasado.