lunes, 16 de abril de 2012

La Mazamorra Morada


Todo un dulce símbolo del limeñismo. Suele ser un infaltable postre en la mesa popular, de todo hogar medianamente cristiano, que no la abandona bajo ningún concepto.
El maíz morado, que suele ser una mutación del maíz amarillo, no es exclusivo del Perú, ya que su presencia se puede encontrar, en otros países de Sur America y también en México y partes de Centro America, en donde se le da otros usos como por ejemplo: una alternativa en la preparación de tortillas, una especie de tamales, etc.
Es en el Perú, en donde ocupa un lugar privilegiado en el paladar de la gran mayoría de peruanos, que la acogen como hija predilecta de toda buena mesa.
El nombre de mazamorra, viene del termino mazmorra que como sabemos antiguamente, hacia referencia a los lugares destinados para albergar a los prisioneros y condenados. Eran lugares subterráneos, obscuros y que en su mayoría se ubicaban en castillos, prisiones, etc. En las mazmorras, a los prisioneros se les alimentaba con una pasta, originalmente hecha de harina de trigo mezclada con agua y cualquier otra cosa que hubiese a la mano. Una pócima asquerosa e impasable, que solo podía ser ingerida por un condenado o alguien sin ningún valor para la sociedad de aquellos tiempos.

Al llegar los españoles al Perú, vinieron con el nombrecito a cuestas, haciéndose este conocido y pronunciado por todo mortal andante y cantante. Pero ya nuestros ancestros incaicos, conocían este “potaje” con la diferencia, de que era preparado con fécula de maíz y cal viva, al que se le llamaba en quechua: ishkupcha y que formaba parte de la gastronomía incaica.
Ya el virreinato instalado y el mestizaje dado, la creatividad comenzó a dar sus frutos y es entonces cuando se le comienza a dar uso al maíz morado, que hasta aquellos tiempos no pasaba de ser mas que un error de la madre naturaleza, sin que nadie llore y truene por el.
Gracias a la creatividad de las manos de nuestros primeros habitantes, es que comienza a ganarse un sitial dentro de la gastronomía limeña. Son los moradores españoles, conjuntamente con sus esclavas moras y los mestizos de aquellos días, que logran dar vida a este manjar. La mazamorra morada, que ahora se presenta algo pobretona, humilde y campechana, en sus comienzos tenia ínfulas de cortesana, puesto que se le preparaba con: guindones, orejones y todo tipo de frutas secas. Frutas secas traídas de España, en donde era popular su consumo. Así que, la Señora mazamorra; tiene aires extranjeros a pesar de ser peruana hasta las semillas. Nació noble y luego bajo al llano, para deleite de todo aquel mortal, que haya tenido la dicha de probarla.
Con el pasar de los tiempos y cuando se comenzó a procesar la harina de camote, esta se incorpora como ingrediente inseparable y básico de este manjar.
También debemos agregar que: el maíz morado pasa de ser una variedad silvestre a ser un cultivo de selección, con todas las de la ley.
De esta noble dama de color morado, nace su hija predilecta y producto quizás de alguna aventurilla gastronomita, engendrada entre gallos y media noche y de la mano de algún santo mortal. Nos referimos a la deliciosa chicha morada, refresco incomparable acompañante infaltable de cualquier exquisito platillo de nuestra rica gastronomía.
Madre he hija, son el deleite de peruanos de toda latitud: serranos, negros, mulatos, blancos, chinos, japoneses, norteños, sureños y de cualquier credo o religión. Morado es el mes de octubre, morada es la mazamorra, morada es la chicha y quizás, moradas las manos que la inventaron.

sábado, 7 de abril de 2012

Un Peruano Discubridor de Vancouvert

martes, 3 de abril de 2012

El Conde de Superunda

El Conde de Superunda
Esa hermosa ciudad de la que tanto hablamos, de la que oímos, de la que dicen, cuentan e inventan. Esa Lima que vemos y que contemplamos. Aquella, la de los balcones, casonas, puentecitos, iglesias, miradores y mil cosas más. Es la Lima que nos dejó: José Antonio Manso de Velasco. Virrey del Perú entre 1745 y 1761.
La noche de 28 de octubre de 1746 aproximadamente a las diez y treinta, Lima comenzó a temblar y a crujir desde sus entrañas. Un terremoto que para algunos duro dos minutos, tres para otros y una eternidad para todos los habitantes de aquella época. En la oscuridad mas absoluta, la implacable furia de la naturaleza, se hacia mas terrible y mas pavorosa, de lo que hubiese sido de cara a la luz del sol, En donde tenemos la opción de saber a donde ir y por donde no.
En aquel momento, la ciudad de los reyes había quedado sumida en la desolación, el caos mas absoluto y en la destrucción casi total de su infraestructura, Solo quedaron en pie, el veinticinco por ciento de sus edificaciones. Hasta la catedral quedó en escombros. Solo gritos desgarradores y una nube densa de polvo, invadían el dantesco escenario de aquel fatídico 28 de octubre.
El costo de la desgracia, fueron más de mil quinientas vidas. Una cifra de grandes proporciones para la época. Y para una ciudad pequeña, como la Lima de antaño.
No tenía siquiera un año ejerciendo el cargo de Virrey del Perú “El Conde de Superunda” cuando tuvo que tomar las riendas de tan grande responsabilidad.
El virrey, no dudo en tomar el toro por las astas y comenzó a trabajar sin suspiro ni aliento, de sol a sol y a brazo partido. Hizo cuanto pudo y cuanto quiso para lograr que la ciudad volviera a la normalidad.
Hay que destacar que, estamos hablando de la ciudad de Lima en sí y no de El Callao su principal puerto. El callao, fue arrasado por un tsunami, cuya ola media más de 17 metros de altura. No quedó piedra sobre piedra y tan solo un promedio de cien personas sobrevivieron a la catástrofe.
La fuerza de la ola, hizo que el mar llegara hasta lo que hoy conocemos como: el cruce de las Av. Elmer Faucett y Colonial. En esta esquina existe un templo, en honor a la virgen del Carmen. Porque el fervor popular, le atribuye el milagro de permitir que hasta ahí llegase el agua.
La distancia entre la playa y el cruce de las mencionadas avenidas es de aproximadamente cinco mil metros o cinco kilómetros. En aquellos tiempos la medida equivalía a una legua.Es por ello que la iglesia lleva el nombre de Carmen de la Legua.
Lima y el Callao, volvieron a renacer y a ser lo que fueron, gracias al virrey Conde de Superunda., quien fue más Allá de sus posibilidades y peleo hombro a hombro con el pueblo para devolverles una ciudad a la altura de su categoría.
La calle que hoy conocemos como Conde de Superunda. Que va desde el Correo Central y hasta la Av. Tacna: originalmente llevaba el nombre de: Paseo de los Conquistadores y luego fue cambiada en homenaje al restaurador de la tres veces coronada Ciudad de los reyes.
Por esta razón, don José Antonio Manso de Velasco y Sánchez, fue honrado por el rey de España con el titulo nobiliario de: Conde de Superunda. El nombre deriva del latín: súper (gran) unda (ola) En alusión ala gran ola que asolo las costas limeñas.