Lima, no era un enjambre de calles y edificios, ni tenia aires de gran urbe y mucho menos recodos y embrujos callejeros. Era un villorrio, que se abría paso en medio de un maravilloso valle, vigilado por montañas y un extenso desierto. Bañado por un río que hablaba, refrescaba y enverdecía lo que a “su paso dejaba” pero... ¡Eso si! ya tenia, “aromas de mixtura” Olía, a flor de amancaes, Jacaranda, lúcuma y florecillas silvestres hijas del Sr. Rímac, quien con esmerado celo, se encargaba de su cuidado.
En medio de ese pequeño paraíso, comenzaba a erigirse la ciudad que hoy conocemos como Lima. Ahí, en la rivera del río hablador, al abrigo de sus calidas y abrigadoras playas, bajo las sombra de sus árboles, comenzaba a crecer un sueño llamado: “Ciudad de los Reyes “
Porque………Nació con ese nombre. Noble en su estirpe y noble en su cuna, como una reina. Sin soberbia y sin desden, pero sí, con elegancia y altivez.
Para ese entonces, Lima era un asentamiento rural, de terrenos rústicos. Las pocas manzanas conformadas por solares, si bien crecían ordenadamente, formando calles por su cuadriculada ubicación: mantenían un aspecto semejante al ya conocido lejano oeste norteamericano, por las polvaredas que se levantaban, ya que no existían pistas ni veredas Alguna que otra acequia y un mar de polvo eran el panorama inicial en que se desarrollaba la vida de aquel nuevo poblado.
Con el correr de los años y ya en el año 1789, ciento setentiseis años después del empadronamiento ordenado por el virrey Juan de Mendoza y Luna y doscientos cincuenticuatro desde su fundación. El Visitador del Perú, Jorge de Escobedo y Alarcón, ordeno un nuevo empadronamiento, pero con la finalidad de: dividir a la ciudad en cuarteles, zonas y barrios. Con la novedad de ponerle numeración a cada solar. Si bien esta, no presentaba una ascendencia o lo contrario a lo largo de la calle, si pretendía adjudicarle un numero determinado para su identificación.
Se mando confeccionar unos azulejos en fondo amarillo y con letras azules, en el que iba grabado el número. Los mismos que se colocaron en la parte superior de la propiedad.
De la misma manera se procedió con las calles, instalándose en la parte superior de cada esquina; un azulejo con el nombre correspondiente.
Pero aun no existían veredas ni calzadas. Hasta que en el gobierno del Virrey José Fernando de Abascal y Sousa, Marques de la Concordia de 1806 a 1816 se comenzó el empedrado de las calles. Que ya eran de una extensión basta y sobrepasaba las ciento diecisiete manzanas, estipuladas en el acta de fundación.
Nuevas obras, nuevos problemas. Si, fue el dolor de cabeza de los cocheros, que no tenían sus coches hechos para rodar sobre piedras, lo que ocasionó todo un terrible martirio, para estos servidores del transporte y un negocio redondo para los “mecánicos” de la época, que hicieron su agosto con los trabajos de refacción
La Señora Lima, comenzaba a vestirse con sus mejores galas. Se pondría más romántica y más finamente coqueta.
En aquel tiempo. Se hacia imperiosamente necesario: el ordenarse y desarrollar nuevas ideas en beneficio del ciudadano.
Pero……cincuentiseis años mas tarde. Sucedería algo que cambiaria el contexto vial utilizado hasta ese momento en el corazón de la Reina de las Américas. (Perdón por si alguien se incomoda con este nuevo titulo) Soy un eterno enamorado y no me canso de alagar a quien amo………….ella, Lima. Ha sido, es y será mi eterna novia, amante y confidente.
En 1862, se comenzó a utilizar un nuevo criterio en la denominación de los nombres de las calles, su extensión y dirección. Algo que continuaremos en la próxima edición.
Pues tienes una novia-amante-cofidente de lo más linda. Me encanta conocerla de tu mano. Un fuerte abrazo!!!
ResponderEliminarCon tus comentarios. Solo me queda seguir evidenciando mi pasión y loco amor.
ResponderEliminarMuchos pensaran que: estoy algo tocado, por imaginarme que una ciudad, puede transformarse en un ser humano y convertirse en mi amor.
Veo que me entiendes y ya es bastante con tu estímulo.
Trataré de no desilusionarte y seguiremos paseando tomados de la mano, por las calles en donde vive mi amada.
Gracias por tu comentario y gracias por hacerme saber que no estoy loco.
Un beso grande para ti. (a pesar de que puedas despertar los celos de mi eterna novia)