Parte 14
Continuo con el ritual, por todos los ambientes que restaban de recibir la bendición. Luego de llegar al centro del salón, en donde supuestamente terminaría con su con su recorrido, pero no; luego se dirigió hacia la entrada de la casa, deteniéndose frete a la habitación, que según “el contrato” debería permanecer clausurada. Delante de la puerta, siguió con su rutina, luego hizo el ademan de intentar abrirla, pero Mauro se interpuso a su intento, impidiendole continuar y diciéndole: ¡un momento padre! Es suficiente, creo que no debemos entrar ahí; porque hay un compromiso firmado por mi y yo soy hombre que honra sus compromisos.
R.P > Mira hijo: no es momento de honrar otra cosa que no sea a Dios nuestro señor. El es quien por intermedio mio, esta derramando su bendición sobre ti, tu familia y sobre todo; en aquellas almas, que no pueden descansar en paz.
Dejame pasar, que soy yo el que va a entrar. Tu, no romperás ningún “compromiso”, si es que eso te tranquiliza.
Dicho esto, el padre, giro la perilla de la puerta, comprobando de que no estaba trabada por un seguro. La puerta se abrió y el sacerdote ingreso un trecho bastante corto, ya que la obscuridad del lugar le dificultaba la visión. Seguidamente, le pidió a Mauro, que le trajese una lampara, para poder alumbrarse y así ingresar con toda seguridad. Mauro accedió y fue en busca del artefacto. Al cabo de un rato, regreso portando un lamparin. Seguidamente el sacerdote, le pidió: que se apostara en la parte interior, a un costado de la puerta, para que lo pudiese alumbrar ya que el no podía sostener el aparato y a la vez seguir con su labor. Mauro, aun en contra de su voluntad, se vio obligado a aceptar.
Cuando la débil luz que proyectaba la lampara, ingreso en el recinto, bajo la penumbra, solo se podía apreciar en el piso; los sobres que cada mes, Mauro introducía por debajo de la puerta y que contenían el dinero del alquiler.
El sacerdote, le pidió a Mauro que avance un poco mas porque la luz era demasiado pobre y le impedía seguir avanzando. Mauro comenzó a caminar lentamente, con la cabeza agachada, mirando el suelo e inundado de temor, por estar quebrando la firmeza de su palabra. Mientras tanto, Rosalia esperaba parada en el umbral de la puerta, temblando y casi sin respiración, rezando las plegarias que seguía del padre que continuaba con su sagrado oficio.
¡De pronto! Se escucho la voz del padre Luis, que exclamaba: ¡Por Dios! ¡Que es esto!
Al oír el grito, Mauro levanto la cabeza y se dio con un escritorio y algo o alguien que aparentemente estaba ahí. El cura le dijo: busquemos la ventana. Luego de unos instantes la encontraron y entre los dos procedieron a abrirla. La potente luz del día, los segó, impidiendo que pudiesen ver con claridad, mientras sus ojos se adaptaban a la luz del día.
Al dirigir sus miradas hacia aquel escritorio...Ambos se llenaron de perplejidad. Era la osamenta de un hombre, que yacía inclinado sobre la mesa con los brazos extendidos. Sus vestimentas raídas y cubiertas por el polvo de los años y algunas telas de araña. Esas que siempre se esmeran en hacer mas tétrico el paisaje.
Al aproximarse, pudieron comprobar: que aquel despojo humano tenia entre sus cadavéricos dedos un arma de fuego, con la que a juzgar por las apariencias: era el instrumento que había servido para terminar con sus días.
¿Quien? ¿Porque? Eran las preguntas inmediatas que saltaban a los dos mortales, que servían de compañía a aquel infortunado.
Después de la inevitable conmoción y desconcierto reinantes, el padre pidió a los esposos: que lo dejasen solo para poder orar ante el altísimo por la salvación del alma de aquel hombre.
Mauro y su esposa, obedecieron, pero Rosalia, no parecía estar cociente de lo que estaba ocurriendo. Se encontraba, atravesando por una crisis nerviosa, por lo que tuvo que ser asistida por su marido y por Matilde, quienes la trasladaron al salón para proporcionarle los cuidados que requería.
Mientras tanto, el sacerdote que había terminado con su ritual y oficios religiosos: llamaba a Mauro para que se acercase a la habitación en donde ocurrían los hechos.
¡He descubierto algo! Dijo el padre...
Madre mía, qué miedo. Estoy pensando dejar de leerte por la noche. Es broma.
ResponderEliminarQué será lo que el padre ha encontrado. Qué intriga.
Un abrazo Pluma.
Helena,
ResponderEliminarAcuestate con la luz encendida porsiacaso.
Mañana, podras saberlo. Solo espero que duermas bien y sin sobresaltos.
Un beso.
Yo ya no digo "na" que luego "to" se sabe y además te enfadas, por lo tanto...esperaré hasta mañana.
ResponderEliminarA pesar de tu enfado yo te mando un beso.
"Gata"
ResponderEliminarVeo que ya compraste paciencia y prudencia. Dos buenas amigas y mejores concejeras.
Gracias por tu visita y el beso se ha recibido y guardado. Pero yo tambien tengo derecho a la replica, asi que recibe el mio.